sábado, 17 de febrero de 2018

II. EL BUEN SAMARITANO: Lc. 10,25-37.

1-.    INTRODUCCIÓN: vv. 25-29.
"Se levantó un Legista y dijo para tentarle: 'Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?'", v. 25.
Se trata, pues, de un Legista, conocedor de las Escrituras, que quiere proponer a Jesús una cuestión. En el pensamiento de Lucas, el Legista tiene la intención de colocar a Jesús en una situación engorrosa. Sin embargo, tal vez no hay que urgir esta presentación, ya que en otro caso paralelo, mientras que Marcos pinta a un Escriba interrogando a Jesús con bue­nas intenciones: 12,28-31, Mateo afirma que su pregunta era para tentar al Maestro: 22,39-40.


Sea lo que sea, Jesús invita al Legista para que exprese su pensamiento:
         “Qué está escrito en la Ley?
          ¿ Qué lees?" v. 26.
A lo que él respondió:
"Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo"':  v. 27.
La respuesta del Escriba convenía a lo que Dios quería y a las enseñanzas mismas de Jesús; el amor a Dios y al prójimo resumen la Ley y los Profetas: cfr Mc 12,28-31; Mt 22, 39-40.
Pero Jesús no se contenta con la teoría y lo invita a poner eso en práctica:
"¡Bien has respondido. Haz eso y vivirás!" v. 28.
La respuesta de Jesús agrada al Legista, pero quiere jus­tificar su pregunta y pide a Jesús una aclaración. Según el, ¿a quiénes se puede aplicar la calidad de "prójimo "?
El término griego "prójimo" traduce el vocablo hebreo "amigo". Y en esto había una discusión de escuelas. Generalmente debían tenerse por "amigos" todos los compa­triotas y correligionarios; sin embargo, con frecuencia la rea­lidad no se ajustaba a este principio. Los Fariseos excluían a los no-fariseos; los Esenios tachaban a los demás como "hijos de las tinieblas"; los Rabinos rechazaban a los herejes y rene­gados; y un dicho popular decía: "Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo"; Mt 5,43. La pregunta, pues, del Legista significa: ¿hasta quiénes se extiende mi obligación de amar?
Jesús va a responder, no con una definición teórica, sino acudiendo al terreno de los hechos.
2    LA PARÁBOLA: vv 30-36.
"Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de los salteadores, que, después de despojar­le y golpearle, se fueron dejándole medio muerto": v. 30.
Muy probablemente Jesús aprovechó para su parábola un caso concreto. Los asaltos en el Desierto de Judá, entre Jerusalén y Jericó, suelen ser frecuentes. Jerusalén y Jericó distan unos 30 km. Jerusalén esta a 740 m. de altura y Jericó a 350 m. bajo el nivel del mediterráneo. A la mitad del cami­no se localiza un promontorio de tierra roja que los Israelitas llamaban "la subida de sangre": Jos 15,16.
El hombre de la parábola parece ser un judío. Este, al caer en manos de los bandidos, quiso defenderse no consi­guiendo sino golpes. Habiéndolo, pues, robado, los ladrones lo dejaron medio muerto y huyeron.
"Casualmente, bajaba por aquel camino
un sacerdote y, al verle, dio un rodeo.
De igual modo, un levita que pasaba
por aquel sitio le vio y dio un rodeo": vv. 31-32.
¿Cómo explicar la conducta del sacerdote y del levita? Bien pudiera explicarse en virtud de la prescripción del Levítico: "Habla a los sacerdotes...: Nadie se haga impuro por el cadáver de alguno...: 21,1.
Sin embargo, el hombre de la parábola no estaba muerto. Dado el contexto, no se puede excusar al sacerdote y al levita de indiferencia y de egoísmo, en definitiva, falta de caridad.


"Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: 'Cuida de él y si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva'": vv. 33-35.
En la sucesión de personajes, era de esperarse que el tercero fuera un seglar. Pero no. Por una parte, Jesús escogió un sacerdote y a un levita, ministros de Dios, como tipos que deberían enseñar a los demás: Os 4,4-10; y por otra parte, presentó a un samaritano, miembro de un pueblo no solo odiado sino que ni merecía para un judío el nombre de nación: Eclo 50,25-26.
Jesús no pretendió con ello ni denigrar el sacerdocio ofi­cial, ni fortalecer a los samaritanos, sino que quiso escoger personajes extremos para enseñar que la caridad y el amor no deben conocer límites.
El samaritano viene de Jerusalén, ve al herido, se llena de compasión; lava las heridas con vino, porque el vino desin­fecta y las unge con aceite porque el aceite reblandece; luego las venda con algún lienzo, que podría ser su kefiéh. Sube en seguida al enfermo "a su propio asno" en el que él montaba (la carga o la mercancía va sobre otro animal). Al llegar al mesón atiende al herido, y pasa allí la noche. Al día siguiente tiene que partir, pero antes encarga al mesonero que tenga cui­dado del enfermo. Su caridad es espléndida: entrega dos dena­rios al mesonero, siendo que la paga por una noche era la 12a. parte de un denario. Y para asegurar la atención de aquel pobre, ofrece que a su regreso pagará el resto, si fuere nece­sario.

3   CONCLUSIÓN PRACTICA: vv. 36-37.
Terminada la parábola, Jesús pregunta al legista: "¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo de aquel que cayó en manos de los ladrones?": v. 36.
En otros términos: ¿quién de estos tres se portó como amigo de aquel menesteroso? La respuesta era lógica, y así responde:
"El que tuvo misericordia con él": v. 37a.
El Escriba evita, mediante una circunlocución, el nombre odiado de samaritano. No importa, y Jesús agrega: "Anda y tú haz lo mismo": v. 38b. 
La gran lección: ¡Sé compasivo con todo aquel que nece­sita de tu ayuda. El amor de caridad y de misericordia no debe conocer límites!


Salvador Carrillo Alday M.Sp.S. LAS PARÁBOLAS DEL EVANGELIO. pags. 142-146  Instituto de Pastoral Biblica. México, 1992



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