miércoles, 29 de marzo de 2017

EL ARREGLO OPORTUNO: Mt 5,25-26; Le 12,58-59.

Mt 5,25-26; Lc 12,58-59.

Además de las parábolas que han llegado hasta nosotros por la triple tradición evangélica (Mc-Mt-Lc), hay otras piezas que sólo se encuentran en Mateo y en Lucas y que llamamos Parábolas de la doble tradición. Son diez.
"Ponte en seguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al alguacil, y te meta en la cárcel. Yo te ase­guro: no saldrás de allí hasta haber pagado el último céntimo": Mt 5,25-26.
l.—LA PARABOLA.
Los dos Evangelistas coinciden en lo esencial y sólo pre­sentan pequeñas diferencias.
El "adversario" es "el contrario en un litigio".
El encarcelamiento por deudas no es conocido por la Ley judía. Por lo tanto, Jesús, al proponer su parábola, piensa en los juicios ante tribunales paganos, considerados como inhu­manos.
Pues bien: el sentido del "dicho" es claro. Trata mejor de arreglar tu asunto personalmente con tu adversario, antes de que él lo presente al juez, pues llevas la de perder; tu asunto pasará a autoridades superiores, terminarás en al cárcel y no saldrás de allí hasta haber pagado el último centavo.


Aun cuando el sentido del logion es claro en sí, recibe matices diferentes al leerlo en el contexto de cada autor.
2. LA PERSPECTIVA DE LUCAS.
Lucas sitúa la palabra de Jesús en una perspectiva deci­didamente escatológica. Hay que estar preparados para cuan­do vuelva el Señor: 12,35-48; Jesús presiente el bautismo de su pasión: vv. 49-50; ha venido a causar rupturas aun en las familias: vv. 51-53; todas estas cosas constituyen "los signos de los tiempos" que hay que escrutar: vv. 54-56.
En este contexto, el sentido de la parábola en Lucas es el siguiente: se acercan los momentos de la gran crisis de la historia. Crisis que tiene su eje en la muerte de Jesús. O conversión o perdición: 13,1-5; o producir frutos buenos o ser cortado: 13,6-9.
En esta situación, es mejor arreglar las deudas con Dios mientras es tiempo, implorando su clemencia y acudiendo a su bondad. De otra manera, él tendrá que presentarse como el Juez Supremo que pedirá cuentas hasta de lo más pequeño.
La parábola es, pues, de carácter escatológico. Es una pa­rábola de crisis.
3.—El PENSAMIENTO DE MATEO.
Mateo ha colocado el logion de Jesús dentro del Sermón de la Montaña, en la sección de la Justicia nueva superior a la antigua. El discípulo de Cristo debe vigilar el amor fraterno a tal punto de no atreverse a presentar a Dios una ofrenda personal, antes de que la caridad haya sido restaurada.
Mateo aplicó la palabra de Jesús a la conducta diaria de los discípulos.

CONCLUSION: En esa forma, la parábola —de esca­tológica que era— pasó a ser exhortativa:
* Jesús vivió en tensión por la grande crisis de la historia, que sería inaugurada por su muerte en la cruz.
* La Iglesia primitiva, con el paso de los años, se sintió entre dos crisis: la pasada, de la muerte de Jesús; y la futura, del Juicio final. Estando, pues, entre la muerte de Jesús y su parusía, la Iglesia interpretó las palabras de su Fundador en función del momento presente que vivía; no eliminó el aspec­to escatológico, siempre valedero, sino que las "actualizó", subrayando la necesidad de la reconciliación.




jueves, 16 de marzo de 2017

LA PARABOLA DE LA HIGUERA

 Mc 13,28-29; Mt 24,32-33; Lc 21,29-31

La breve parábola de La higuera se encuentra, en los tres Sinópticos, dentro del Discurso Escatológico, que trata de la destrucción de Jerusalén, de la venida del Hijo del hombre y del fin del mundo.
Es posible que Jesús, en su predicación, haya distingui­do con más claridad la ruina de Jerusalén y el fin del mundo; pero, en el texto evangélico que poseemos, estas dos pers­pectivas están más bien fundidas que yuxtapuestas. Podemos pensar que Jesús proclamó un verdadero anuncio del fin del mundo, pero lo hizo a la manera de los Profetas, esto es: con­templando el fin último a partir de un acontecimiento concreto que es como su preludio. La ruina de Jerusalén anuncia y prefigura el fin del mundo.
He aquí el texto de la parábola:
"De la higuera aprended la parábola: cuando ya sus ramas están tiernas y brotan las hojas, sabéis que cerca está el verano; así también vosotros: cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que cerca está, a las puertas".
La higuera y el verano. De manera diferente a los de­más árboles, la higuera, de seca que parecía, pronto reverdece y con gran pujanza. Sus brotes tiernos anuncian el fin del invierno y proclaman la llegada del verano.
"Cuando sucedan estas cosas" (Mc-Lc), "cuando veáis todas estas cosas" (Mt).
"Todas estas cosas" son el otro término de la compara­ción. Dado el contexto, esta expresión se refiere a las horribles portentos que presagian el fin de Jerusalén: Mc 13,5-23; Mt 24,4-25; Lc 21,8-24.
Pero, ¿qué es lo que está "cerca"?

Para Marcos y Mateo, quien está cerca es El Hijo del hombre que viene sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria: Mc 26; Mt 30.
Para Lucas lo que está cerca es El Reino de Dios. No se trata de la primera venida del Reino, inaugurada por Jesús y presente en él, sino de la segunda venida, entendiendo por ello la etapa de desarrollo y de expansión del Reino de Dios. Esta segunda venida del Reino coincide con la destrucción de Je­rusalén, en el año 70, pues con la ruina de Jerusalén y de su Templo se clausuró "el tiempo de Israel" y comenzó "el tiempo de las Naciones": Lc 21,24, que es "el tiempo de la Iglesia".

Reflexión: La breve parábola de la higuera, ¿pudo haber tenido otro sentido en labios de Jesús?

Algunos autores lo creen posible (J. Jeremías). El argu­mento de base es que el Discurso Escatológico es una compo­sición literaria artificia], que reúne varios logia del Señor, que, parecidos por el contenido, pudieron ser pronunciados en di­ferentes situaciones.
La higuera es signo de las bendiciones del campo que ya vienen: Joel 2,22. Jesús, al tomarla como figura, intentó dirigir la atención de sus discípulos no hacia los horrores del fin del siglo, sino hacia los signos del tiempo de salvación.
Así como el verano es anunciado por el reverdecer de la higuera que parecía muerta durante el invierno . . .; así tam­bién el Mesías tiene sus heraldos: ¡La hora de la salvación ha sonado! ¡La plenitud de los tiempos ha llegado! ¡El Mesías está a las puertas! Contemplad sus signos:
"Los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios,
y los sordos oyen, los muertos resucitan
y se anuncia a los pobres la Buena Nueva..." Mt 11,5.

viernes, 3 de marzo de 2017

III. LOS VIÑADORES HOMICIDAS *

Mc 12,1-12; Mt 21,33-46; Lc 20,9-19.

Los tres Sinópticos colocan la parábola de los viñadores homicidas en la última semana de la vida de Jesús, en Jerusalén. Aun cuando ésta colocación obedece a principios de composición literaria, sin embargo, dado su contenido, esta parábola la debió haber pronunciado Jesús en un tiempo avan­zado de su ministerio, cuando las hostilidades de los enemi­gos habían recrudecido. Jesús presiente su muerte.

Presentaremos la versión de Lucas.

1. LA VIÑA:

 9:  Ahora bien, comenzó a decir al pueblo esta parábo­la: "Un hombre plantó una viña y la arrendó a  unos labradores y se ausentó bastante tiempo ".

2. LOS SIERVOS ENVIADOS A LA VIÑA:  Lc 20,10-12.


"Y a su tiempo envió donde los labradores a un sier­vo para que le diesen parte del fruto de la viña. Mas los labradores, golpeándole, le enviaron vacío. Y vol­vió a enviar a otro siervo; mas ellos a aquel también, golpeándole e injuriándole, le enviaron vacío. Y vol­vió a enviar a un tercero; mas ellos a éste también, hiriéndole, le echaron".

Tenemos, pues, que en Lucas tres veces es enviado un siervo y hay, en los ultrajes, un climax ascendente perfecto: golpes, golpes e insultos, heridas...


3. LA MISION DEL HIJO:  Lc 20,13-15a.

"Ahora bien, dijo ei dueño de la viña: '¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; tal vez respetarán a éste'. Mas, viéndole los labradores, discutían unos con otros diciendo: 'Este es el heredero, matémosle para que llegue a ser nuestra la herencia'. Y echándole fuera de la viña, le mataron".

Lucas hace reflexionar al dueño que habla en primera persona:
"¿Qué haré? Enviaré a mi Hijo amado".

Marcos y Lucas han enriquecido cristológicamente la parábola. Ese adjetivo es un eco evidente de la voz del cielo en el Bautismo de Jesús: Mc 1,11; y en la Trans­figuración: 9,7.

* Marcos, Mateo y Lucas coinciden en afirmar que los viñadores, al saber que ahora el enviado era el heredero, se dijeron: "Venid, matémosle y será nuestra la herencia".

*  Lucas escribe: “Y tomándole, le echaron fuera-de la viña y le mataron". Y es que, al hacerlo morir fuera de la viña, están aludiendo a los inci­dentes de la pasión de Jesús, muerto efectivamente fuera de la muralla de Jerusalén.


4. ¿QUE HARA EL SEÑOR DE LA VIÑA?:  Lc. 15b-19.
Esta pregunta, que se encuentra en los tres Sinópticos, parece esen­cial en la parábola, pues es como el desenlace final de todo.

"¿Qué, pues, les hará el dueño de la viña? Irá y per­derá a estos labradores y dará la viña a otros". Más, oyéndolo, dijeron: "¡Que no suceda eso!". Mas él, mi­rándoles, dijo: "¿Qué es, pues, esto que está escrito: 'La piedra que habían reprobado los constructores, ésta se hizo cabeza de ángulo'?": vv.l5b-17.

* Los tres Evangelistas introducen, entre la respuesta de Jesús y el intento de las autoridades para capturarlo, una cita del Salmo 118,22-23. Este texto fue uno de los más utilizados por los primeros cristianos para probar la resurrección de Je­sús y su exaltación: Hch 4,11; Ef 2,20; 1P 2,4. Con toda probabilidad, esta cita ha sido insertada aquí alegóricamente como fundamento bíblico para explicar la suerte de Jesús re­chazado por los Judíos, pero resucitado por Dios.

*     Lucas ha hermoseado el pasaje, dándole vigorosa ani­mación, y así escribe: "... y dará la viña a otros. Mas, oyéndolo dijeron: ¡Que no suceda eso!. Mas el, mirándoles, dijo…; cita luego el Salmo 118 y agrega: "Todo el que caiga sobre aquella piedra se destrozará, mas sobre el que ella ca­yere, le aplastará": 20,18.

20,19: "Y los Escribas y los jefes de Sacerdotes buscaron echar sobre él las manos en aquella misma hora, y temieron al pueblo. Pues habían entendido que por ellos había dicho esta parábola": 

REFLEXIONES

a)   Sentido de la parábola primitiva.
Toda parábola es por sí misma una comparación. Pues bien, la comparación primitiva parece haber sido la siguiente: Dios plantó una viña y la entregó al Pueblo de Israel para que la trabajara y la viña diera frutos. Envió en algunas oca­siones mensajeros para que recogieran fruto, pero fueron mal­tratados por los labriegos. Ha enviado ahora a su hijo, Jesús, el heredero, pero lo matarán. Ante tales hechos. Dios castigará a los primeros trabajadores, les quitará la viña (es decir, su tierra, su reino, sus posesiones, el Reino de los Cielos) y la dará a otros que la cultiven.

b)   Aiegorización de la parábola.
Esta parábola, grabada en la mente de los discípulos, tanto por sus imágenes, como por el tiempo en que Jesús la pronunció (cerca de su pasión y muerte), pronto recibió pre­cisiones y complementos alegóricos referentes, ya sea a la suer­te del mismo Jesús, ya sea a las condiciones del nuevo Pue­blo de Dios, heredero espiritual de las promesas antiguas.
Esas adiciones alegóricas son:
*    La referencia a la Viña de Isaías 5,1: Mc 1; Mt 33.
*    El envío no sólo de dos o tres siervos, sino de "otros mu­chos", alusión a los Profetas enviados por Dios y muertos por las autoridades del Pueblo: 2 Cr 24,21; Mt 23,37; Lc 13,34.
El envío de "un Siervo más" (Mc), que es a la vez su Hijo Amado (Mc-Lc), que ha sido muerto, no dentro de la viña (Mc), sino fuera (Mt-Lc).

Es imposible no sentir el fuerte carácter cristológico de estas adiciones:

*    Jesús es presentado como el Siervo de Yahvéh.
Es declarado el Hijo de Dios en un sentido peculiar. Fue muerto fuera de Jerusalén.
Dios lo resucitó y lo constituyó "Piedra angular" del edifi­cio del Nuevo Pueblo de Dios. Eso es algo que sólo Dios, pudo hacer y es motivo de admiración para el hombre.

*    El Reino de Dios —que había sido prometido a Israel— ahora será patrimonio de otra Nación, la grande Nación humana que acoge a Jesús.

*    Ante Jesús no se puede ser indiferente. El no aceptarlo es es como si alguien tropieza contra una piedra y se hiere con ella, o como quien es aplastado por una piedra que le cae encima.



*Salvador Carrillo Alday M.Sp.S. LAS PARÁBOLAS DEL EVANGELIO. pags. 74-76 Instituto de Pastoral Biblica. México, 2011