jueves, 26 de mayo de 2016

3. El tullido de Bethesdá (Jn 5,1-18).

SEGUNDA PARTE:

29 "Pero aquel día era shabbat" (v.9b-13).
9b Pero era shabbat aquel día. 10 Decían, pues, los judíos al que había sida curado: "Es shabbat y no te es lícito cargar tu camilla". 11 Mas él les respondió: "El que me sanó, ése me dijo: 'Toma tu camillay camina'". 12 Le preguntaron: "¿ Quién es el hombre que te dijo: 'Toma tu camilla y camina'? "13 Pero el curado no sabía quién era, pues Jesús había desaparecido entre la muchedumbre que había en el lugar.
Cargar algo el día de shabbat era considerado como una violación al reposo sabático exigido por la Ley (Jr 17,19-27; Ne 13,15-22; Mc 2,23-28). Se entabla en seguida una discusión entre el beneficiado y los judíos. El sanado se excusa. No conocía a Jesús. Probablemente en el verbo "no sabía"'el evangelista deposita dos sentidos: el paralítico no sabía efectivamente quién era Jesús, pero menos aún conocía el misterio de su persona. Jesús, para evitar un movimiento popular, se había deslizado entre la muchedumbre.
3° Jesús y el hombre sanado (v.l 4).
14Después de esto, lo encuentra Jesús en el Templo y le dijo:
"Mira, has quedado sano; ya no peques, para que no te
suceda algo peor".
Jesús encuentra en el Templo al ex-tullido. Lo en­cuentra no tanto al azar, sino por un designio providen­cial. El verbo sugiere una búsqueda. La palabra que Jesús le dice al hombre sanado requiere explicación: "Ya no peques, para que no te suceda algo peor".
Jesús parte de la creencia común de que la enferme­dad es consecuencia del pecado (Sal 38,5; 107,17); y esta creencia se deriva a su vez de otro principio bíblico: el dolor entró en el mundo por el pecado (Gn 3,16-19). Siendo así, Jesús no necesariamente estaba atribuyendo la actual enfermedad del tullido a un pecado personal, sino que confirmaba la creencia común: hay una misteriosa conexión general entre pecado y enfermedad.
Luego pasa Jesús a hacerle una exhortación: "No peques, para que no te suceda algo peor". El pecado es una ofensa contra Dios; y quien lo comete sufre una muerte espiritual, que es en sí misma un mal mayor que una parálisis de treinta y ocho años.
4° El ex-tullido y los judíos (v.15-16).
15 Se fue el hombre y anunció a los judíos que Jesús era quien
lo había sanado. 16 Y por eso perseguían los judíos a Jesús:
porque hacía estas cosas en shabbat.
La información que el recién sanado da a los judíos hay que entenderla bien. El de ninguna manera intenta denunciar a Jesús, echando sobre él la responsabilidad de cargar la camilla en shabbat; antes bien, en su gratitud y sencillez, quiere darles a conocer, proclamarles, anunciar­les, hacerles saber, comunicarles una buena nueva: ¡Es Jesús quien lo ha curado!
5° Jesús y los judíos (v.17).
17 Pero Jesús les respondió: "Mi Padre hasta el presente trabaja, y yo trabajo ".
Jesús acostumbraba hacer sus curaciones en shabbat y esto ocasionó en muchas ocasiones la ira de escribas y fariseos, pues suponían que con ello Jesús violaba el des­canso sagrado (Mc 1,21.29; 2,23; 3,6; Lc 13,10-17; 14,1-6).
Pero en las circunstancias presentes el problema se agravó, debido a la respuesta de Jesús: "Mi Padre trabaja hasta el presente; también yo trabajo". En esta palabra, los judíos perciben que Jesús está haciendo dos afirmaciones de alcances trascendentales:
1° Confiesa que él tiene una filiación particular y exclusiva en relación con Dios: que Dios es su Padre y que él es su Hijo. Y como consecuencia de ello, él se estaba haciendo igual a Dios.
2° Jesús no infringe en manera alguna la ley del  shabbat , antes bien la lleva a plenitud, ya que él y Dios están realizando en común una misma obra, así sea shab­bat. La obra que en el presente hace el Padre y que también Jesús realiza es, en las perspectivas del Cuarto Evangelio, "dar vida eterna" a aquellos que el Padre le ha dado (Jn 3,14-17; 4,34; 5,36; 6,37-40; 17,4). Pero, si hace la misma obra que Dios, Jesús se está haciendo igual a Dios.
Conclusión (v.18).
18Por esto, pues, más lo buscaban los judíos para matarlo, porque no sólo violaba el shabbat, sino que también llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose igual a Dios.
Este episodio evangélico, que había empezado por una curación llena de misericordia en favor de un pobre tullido, fue la ocasión para que el evangelista subiera proclamar la filiación divina de Jesús.

          ACTUALIZACION

Jesús, Hijo de Dios! 
¡Casa de misericordia!
Continua realizando con el Padre, 
en tu eterno shabbat,
la obra que él mismo te ha encomendado.
Pronuncia sobre nosotros tu palabra
siempre eficaz y operante: 
sana nuestras debilidades corporales;
levántanos de nuestras parálisis espirituales;
 y, más aún, resucítanos, comunicándonos vida eterna. 
Amén.




sábado, 14 de mayo de 2016

3. El tullido de Bethesdá (Jn 5,1-18).

PRIMERA PARTE:

La sanación del tullido de la piscina de Bethesdá tiene parecido con otras curaciones obradas por Jesús, como la del paralítico de Cafarnaúm (Mc 2,1-12) y la de la mujer encorvada (Lc 13,10-17). Sin embargo, Juan va mucho más allá de la curación, penetrando en el sentido profundo de ese "signo".
El evangelista ha tejido en su narración cinco en­cuentros: Jesús y el tullido (v.5-9); los judíos y el hombre sanado (v.10-13); Jesús y el antes enfermo (v.14); el hom­bre y los judíos (v. 15-16); y Jesús y los judíos (v.17). Los v.1-4 sirven de introducción; y el v.18 es la conclusión.

Introducción: La piscina de Bethesdá (v.1-4).
1 Después de esto, había una fiesta de los judíos y subió Jesús a Jerusalén. 2 Hay en Jerusalén junto a la puerta de las Ovejas, una piscina, llamada en hebreo Bethesdá, que tiene cinco pórticos. 3 En ellos yacía una multitud de enfermos: ciegos, cojos, impedidos, paralíticos, que espera­ban el movimiento del agua, 4 pues un Angel del Señor de tiempo en tiempo bajaba a la piscina y se agitaba el agua; así, el primero que bajaba después de la agitación del agua quedaba sano de cualquier enfermedad en que estuviera aprisionado.
La fiesta a que alude el evangelista puede ser la fiesta de las Siete Semanas (Pentecostés), o la de los Taberná­culos. El nombre de la piscina es "Bet-Jesdá", es decir, "Casa de misericordia".
Al lado oriental de la piscina de los cinco pórticos se pueden ver todavía restos de un santuario pagano con baños medicinales, dedicado a Esculapio, dios de la me­dicina. En aquel lugar se daban cita creencias religiosas envueltas en supersticiones, y acudía allí la gente del pueblo en busca de alivio. Jesús no desdeña entrar a ese lugar y encontrarse con los enfermos. Al obrar la curación de un tullido, se manifestará a los ojos de la fe como la verdadera "Casa de misericordia"'y eficaz sanador de enfer­medad de cuerpo y alma, tanto para judíos como para paganos.
Algunas traducciones, partiendo de ciertos manus­critos, prefieren omitir como inauténtico el v.4. La razón es que la idea de un ángel que comunica propiedades sanadoras al agua es una superstición. Por nuestra parte, teniendo en cuenta otros manuscritos igualmente impor­tantes, creemos que es preferible mantenerlo.
En esta opción, el evangelista, sin pronunciarse so­bre el valor de las creencias populares tejidas sobre aquella piscina, ha querido pasar esa tradición que sirve admira­blemente para su teología: en adelante, no será ya nece­sario esperar el instante preciso en que el agua sea puesta en movimiento, así fuere por un Angel del Señor, ni la sanación estará ya vinculada a esc lugar determinado. Jesús es el verdadero "Enviado del Señor" que entra en acción, y la auténtica "Casa de misericordia" donde se halla la salud y la vida.
1. La curación del tullido (v.5-9a).
5 Había, pues, un hombre allí que tenía treinta y ocho años en su enfermedad. 6 Viéndolo Jesús tendido y conociendo que tenía ya mucho tiempo, le dice: "¿Quieres quedar sano?" 7 Le respondió el enfermo: "Señor, no tengo a nadie que me arroje a la piscina cuando se agita el agua; pues en tanto que llego yo, otro baja antes de mí". 8 Dícele Jesús: "¡Leván­tate, toma tu camilla y camina!" 9a Y al instante quedó sanó el hombre y tomó su camilla y caminaba.
En los pórticos yacía un tullido. Tenía ¡treinta y ocho años! de estar así. Toda una vida. Con esta cifra el evange­lista subraya lo incurable de la enfermedad. Por tanto, la sanación será un "signo" de algo muy importante.
Algunos comentadores recuerdan a este propósito que Israel anduvo errante en el desierto treinta y ocho años, antes de entrar en la Tierra prometida (Dt 2,14). En esta perspectiva, el tullido representa al Pueblo de Israel, para quien ha llegado la hora de entrar en una nueva tierra prometida: la era mesiánica, inaugurada con la venida de Jesús. Pero, para poder entrar en esta nueva Tierra de promisión, se requiere una gracia que sólo viene de Dios.

La descripción pone de manifiesto el sentimiento de compasión de Jesús y su conocimiento sobrenatural. Se teje luego un corto diálogo. Sin exigir acto alguno de fe, Jesús pronuncia una palabra soberanamente eficaz que devuelve al instante la salud al tullido.