martes, 19 de enero de 2016

La mujer encorvada (Lc 13,10-17).

El análisis esmerado de la estructura de esta narra­ción, de su situación en el contexto y de sus alusiones al AT, hace de este pasaje evangélico una pequeña joya de teología lucana, con implicaciones cristológicas, soteriológicas, eclesiológicas y escatológicas.
El episodio presenta dos cuadros y una conclusión.
Primer cuadro: La curación de la mujer.
13'10 Estaba un sábado enseñando en una sinagoga, 11 y había una mujer a la que un espíritu tenía enferma ha­cía dieciocho años; estaba encorvada, y no podía en modo alguno enderezarse. 12 Al verla Jesús, la llamó y le dijo: "¡Mujer, queda desatada de tu enfermedad!". 13 Y le impuso las manos. Y al instante se enderezó, y glorificaba a Dios.

          De numerosos pasajes del Evangelio podemos dedu­cir que Jesús ejercía su actividad salvadora, liberadora y sanadora, particularmente el día de shabbat. Es lógico suponerlo, pues era el día en que la comunidad judía se congregaba en la sinagoga para el culto semanal (Lc 1,31-37. 38-39; 6,1-5. 6-11; 14,1-6).

En la sinagoga estaba presente una mujer que desde haría dieciocho años estaba jorobada, sin poder endere­zarse. Su enfermedad la atribuye el evangelista a una influencia del demonio. En el AT hay textos que conside­ran la cabeza agachada como signo de una actitud espiri­tual humillada (Gn 4,5; Ec 1,15; Sal 30,2-3; 57,7; Ba 2,18). Dios tiene el poder de levantar al hombre de esa postra­ción. El Salmo 146 proclama que el Señor se ocupa de los ciegos, de los encorvados, de las viudas y de los huérfanos (v.8-9).
Jesús tomó la iniciativa: vio a la mujer, le impuso las manos y le dijo: "¡Mujer, queda desatada de tu enfermedad!". El verbo utilizado por Jesús está muy cargado de sentido. No se trata sólo de una curación, sino de una liberación de ataduras sufridas por muchos años. Posiblemente la mujer ha padecido durante la mayor parte de su vida, ya que la cifra 18, mencionada dos veces, es perfecta (3 x 3 = 9 x 2 = 18) y, por tanto, susceptible de un simbolismo que puede indicar una muy larga duración.
Y al punto quedó enderezada. Nada puede oponerse a la acción soberana de Jesús. Y comenzó a glorificar a Dios. La alabanza y glorificación a Dios por sus beneficios se identifica con la acción de gracias. Es nota característica en el evangelio de san Lucas (5,25.26; 7,16; 17,15.18; etc.).
En el presente caso, la liberación del mal corporal es signo claro y evidente de liberación interior, pues la en­fermedad física era efecto de una atadura espiritual. Si Jesús cura el cuerpo, es porque quiere sobre todo liberar el alma y el espíritu (Lc 5,17-26).
Segundo cuadro: Las reacciones de los jefes.
14Pero el jefe de la sinagoga, indignado de que Jesús hubiese hecho una curación en sábado, decía a la gente: "Hay seis días en, que se puede trabajar; venid, pues, esos días a curaros, y no en, día de sábado". 15 Replicóle el Señor: "¡Hipócritas! ¿No desatáis del pesebre todos vosotros en sábado a vuestro buey o vuestro asno para llenvarlos a abrevar? 16 Y a ésta, que es hija de Abraham, a la que ató Satanás hace ya, dieciocho años, ¿no estaba bien desatarla de esta ligadura en día de sábado?"
A la acción liberadora de Jesús sigue la controversia con el jefe de la sinagoga. El título de "Señor", que Lucas da a Jesús, subraya su autoridad y su poder. En el prural"¡Hipócritas!" quedan incluidos todos los que en la asamblea pensaban igual, y probablemente también los escribas fariseos, responsables de una interpretación de­masiado material y rígida de la ley del reposo sabático, el cual, por otra parte, pretendía imitar santamente el ritmo del descanso divino (Gn 2,1-3; Ex 31,13-17).
Con su actuación Jesús insiste nuevamente en que el shabbat está ordenado a dar culto a Dios y a practicar la caridad con el prójimo. Dios ha establecido el shabbat para el hombre y no el hombre para el shabbat (Mc 2,27); y más todavía citando se trata de una liberación de atadu­ras espirituales, como es el arrancar del imperio de Sata­nás a esta "hija de Abraham", es decir, a esta mujer que no era una pagana, sino una creyente, hija del pueblo de Dios.
Esta sanación, como otras muchas en Lucas, hay que comprenderla en el contexto de la batalla escatológica librada por Jesús contra Satanás, y de la implantación del Reino de Dios realizada por él.
Conclusión:
17 Y cuando decía estas cosas, sus adversarios quedaban confundidos, mientras que la gente se alegraba con las maravillas que hacía.
Jesús es y será signo perpetuo de contradicción. Los sencillos y humildes perciben en las obras que él hace las maravillas de Dios, pues tienen una mirada de fe; mientras que sus adversarios—comenta el evangelista— "quedaban-cubiertos de vergüenza".
Finalmente, este pasaje evangélico descubre los sen­timientos de amplia comprensión del corazón de Cristo en favor de la mujer. Es digno de notar el lugar que Lucas concede a las mujeres a lo largo de su evangelio. Además de hablar de María, la madre de Jesús, de Isabel y de Ana (Lc 1-2), presenta a la viuda de Naín (7,11-17), a la pecadora perdonada (7,36-50), a las mujeres liberadas de opresión y convertidas en seguidoras de Jesús (8,1-3; 23,49.55), a Marta y María (10,38-42), a la mujer que bendice a la madre del Señor (11,27-28), a las mujeres de Jerusalén (23,27-31), y posiblemente a la mujer adúltera (Jn 8,1-11).

ACTUALIZACION

Señor Jesús: En nuestra sociedad hay mujeres disminuidas, obligadas a caminar encorvadas durante largos años. Toma la iniciativa, impon tus manos sobre ellas y pronuncia tu palabra soberana: "Mujer, ¡queda desatada de tu enfermedad!" Rompe sus cadenas y haz que se enderecen. Y que nosotros nos alegremos al experimentar las maravillas de tu bondad y de tu poder. Amén.

miércoles, 6 de enero de 2016

Resurrección del hijo de una viuda (Lc 7,11-17).

Este milagro de resurrección, propio de san Lucas, prepara y justifica la respuesta que Jesús dará a los envia­dos de Juan: "Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, y se anuncia a los pobres la Buena Nueva.::" (Lc 7,22).
Los actores en esta escena son Jesús, la viuda y su hijo muerto, El acontecimiento es una visita consoladora de Jesús, dador de vida, al pueblo de Naín. El tema es la alegría de la comunidad que convive junta. El centro de la narración es el milagro; las indicaciones geográficas son periféricas.
11 Y sucedió que a continuación se fue a una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y una gran muchedumbre. 12 Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda, a la que acompañaba mucha gente, de la ciudad.
El caserío de Naín se encuentra en el valle de Esdrelón, entre Afula y el monte Tabor. Dos numerosos grupos humanos se entrecruzan: Jesús entra al pueblo con sus discípulos y una gran muchedumbre, cuando justamente sale de allí un cortejo fúnebre: mucha gente acompañaba a una mujer viuda, cuyo hijo único había fallecido.
En otras dos ocasiones el evangelista notará que el beneficiado de una obra de misericordia de Jesús era una hija o hijo único (la hija de Jairo: 8,42, y el muchacho epiléptico: 9,38), lo cual redundaba en gracia para los padres. Además, ese rasgo recuerda la historia de Elias, que vuelve la vida al hijo de la viuda de Sarepta, que Lucas tiene presente y en alguna manera imita, subra­yando, sin embargo, la superioridad de Jesús (1R17,17-24; (cfr. 2R 4,8-37). El énfasis Cristológico del pasaje es muy claro.
Con tres rasgos subraya Lucas la tristeza de aquella situación: un joven difunto, un hijo único, una madre viuda.
13 Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: "¡No llores!". 14 Y, acercándose, tocó la mortaja. Los que la llevaban se pararon, y él dijo: "Joven, a ti te digo: ¡Leván­tate!". 15 El muerto se incorporó y  se puso a hablar, y él se lo dio a su madre.
"El Señor". Con este título Lucas designa a Jesús como el salvador que inaugura el Reino de Dios y marca la soberanía divina y el poder misterioso que hay en él (Lc 2,11).
Al ver a la pobre madre viuda, Jesús "se conmovió en sus entrañas". El verbo indica la profunda compasión que experimentó el Señor ante la aflicción de aquella mujer, Jesús ha tomado verdaderamente nuestra naturaleza hu­mana, capaz de sufrir y de compadecerse de nuestras flaquezas.
Esta compasión es en Jesús el Jésed = amor de mise­ricordia y de ternura, que caracteriza a Dios (Os 2,25; Is 54,7; Jr 31,20; Sal 103,8-13). Jesús es la transparencia del Padre. Quien ve a Jesús está viendo al Padre. El es la imagen visible del Dios invisible (Jn 14,9; Col 1,15). Este amor compasivo lo impulsa a tomar la iniciativa para actuar.
Tocó la mortaja y dijo: "joven, ¡levántate!". Un contac­to físico con los restos mortales envueltos en la mortaja, y una orden imperiosa mediante una sola palabra: "¡Leván­tate!". ¡Qué distancia tan enorme entre la sencillez y auto­ridad suma de Jesús, comparada con los gestos penosos y las oraciones instantes del profeta Eliseo!
El verbo griego "egeiro", empleado en este texto, es sumamente expresivo. Ha sido utilizado para hablar de la resurrección de los muertos desde los orígenes de esta creencia (Dn 12,2), como también para referirse a las resurrecciones obradas por Jesús, a la resurrección del mismo Jesús, a la resurrección en el último día, al mensaje pascual primitivo, y a la resurrección espiritual en el bautismo (Le 7,22; 8,54; 9,22; 20,37; 24,6.34; Hch 3,15; 4,10; 1Co 15,4; Ef 5,14).
"Y lo dio a su madre". Esta cita de 1R 17,23 manifiesta que Lucas tiene ante su mente la historia de Elias.
16 El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: "Un gran profeta se ha levantado entre noso­tros", y "Dios ha visitado a su pueblo". 17 Y lo que se decía de él, se propagó por toda Judea y por toda la región circunvecina.
Ante lo insólito del acontecimiento, la multitud es invadida por un temor sagrado, da gloria a Dios y exclama: "¡Un gran profeta ha surgido entre nosotros! ". Jesús es recono­cido como "un gran profeta", semejante a los personajes del AT que habían obrado resurrecciones inauditas. No es todavía el reconocimiento de él como "el Profeta"anuncia­do por Moisés (Dt 18,18), ni como "el Señor".
"Dios ha visitado a su pueblo". El AT habla de Dios que visita a su pueblo, tanto cuando le hace gracia, como cuando lo castiga (Ex 3,16; Ez 34,11-12). Lucas ha here­dado esta imagen (Le 1,78; 19,44)

                                     ACTUALIZACION

Señor Jesíís: 
Conmuévete de tantas madres que sufren 
y lloran por sus hijos muertos o desaparecidos. 
A cada una de ellas, diles: "¡No llores!"; 
y a cada hijo, ordénale: "¡levántate!"; 
y, en tu compasión, devuélvelo a su madre. 
Amén.