domingo, 14 de diciembre de 2014

LOS MILAGROS DE JESÚS

PRÓLOGO

LOS MILAGROS DE JESUS son, sin duda alguna, un tema evangélico de sorprendente actualidad.
1. Con frecuencia se escucha que en la Iglesia católi­ca se están volviendo a dar los "carismas de curaciones", como se experimentaron en la Iglesia de Jerusalén des­pués de Pentecostés, y en las primeras comunidades cris­tianas (Hch 2,43; 4,30; 5,12-16; ICo 12,9; 2Co 12,12). En esa forma surgen por todas partes pequeños grupos de intercesión y se multiplican las reuniones de oración en las que se pide a Cristo resucitado, vivo en la comunidad, que sane a los enfermos de cuerpo y alma.
En estas circunstancias, un estudio exegético y pas­toral de los milagros realizados por Jesús de Nazaret nos puede proporcionar! criterios luminosos, sanos y seguros, para discernir, con la claridad del Evangelio, el porqué y el para qué de esas "acciones de poder", que el Señor está haciendo en el mundo y en la Iglesia de hoy.
2. Hasta hace algunos años, muchos que leían o reflexionaban sobre los milagros de Jesús, lo hacían cons­ciente o inconscientemente a partir de una crítica racio­nalista o solamente desde ciertas ciencias humanas recientes, principalmente las vinculadas con la psicología. De allí se concluía fácilmente a negar la realidad de los milagros; y mientras más sorprendentes parecían, eran calificados de menos reales.
Ante tal situación, se impone una seria investigación científica más amplia, practicada desde otros ángulos, en particular desde las perspectivas religiosas de la misma Biblia. Una reflexión crítica de los Evangelios ha hecho ver que los milagros de Jesús no se pueden juzgar adecua­damente sino a la luz del ambiente religioso en que se produjeron y del objetivo que tuvo el Señor al realizarlos.
3. Por otra parte, los milagros de Jesús no deben ser leídos y juzgados fuera de su contexto, pues sólo se com­prenden en la perspectiva de la proclamación e instaura­ción del Reino de Dios, y de la revelación progresiva que Jesús fue haciendo del misterio de su propia persona, como Mesías e Hijo de Dios (cf Mt 8,27; 14,33).

     Dios se quiso revelar a su Pueblo en el AT mediante "obras y palabras". Pues bien, ese mismo método fue utilizado por Jesús. Su evangelización fue en palabras y en acciones. En esta forma, sus prodigios aparecen estrecha­mente vinculados a su mensaje y son instrumento de revelación, tanto del poder de Dios y de su misericordia, como de la salvación integral ofrecida al hombre, en su espíritu, su alma y en su cuerpo.
4. Ahora bien, el mensaje del Evangelio es y será siempre actual, pues está destinado para todos los tiempos hasta el fin del mundo (Mt 28,20). Como consecuencia el estudio de los milagros del evangelio es una acción para que abramos hoy los ojos del espíritu y así podamos discernir en la historia presente, como "signos de los tiempos", las intervenciones milagrosas del poder Dios, que sigue llevando adelante su plan de salvación para el mundo.
¡Que Jesús de Nazaret, que pasó haciendo el bien, continúe obrando, en el poder del Espíritu y para gloria de su Padre, numerosos "signos y prodigios", a fin de que conozcamos más y más quién es él, y veamos con nuestros propios ojos la realización de su historia de salvación en el mundo y en el hombre de hoy!