domingo, 21 de septiembre de 2014

HACIA LA UNION TRANSFORMANTE (tercera parte)

HACIA LA UNION TRANSFORMANTE (cont.)

Todo esto es un programa excelente de vida espiritual.
Colosenses 3,10. Vean ustedes cuántos textos que nos hablan de lo mismo en una u otra forma. Colosenses capítulo 3 versículo 10:
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Col 3,10: "Revestíos del hombre nuevo que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto según la imagen de su Creador."
La obra del Espíritu: Vamos revistiéndonos del hombre nuevo, revestirse de Cristo, que se va renovando, perfeccionando, hasta alcanzar un conocimiento perfecto o un parecido perfecto. 
Otro texto:
Col 4,12: "Os saluda Epafras, vuestro compatriota, siervo de Cristo Jesús, que se esfuerza siempre a favor vuestro en sus oraciones, para que os mantengáis perfectos cumplidores de toda voluntad divina."

Hace días leíamos, me parece que en alguna de las misas celebrada aquí, la página de la Vid y de los Sarmientos. Cómo es bueno traerla a nuestra memoria. Fíjense que el Bautismo y el querer seguir a Cristo es como ser sarmiento de la vid que es Jesús. Es una de las compara- ciones más audaces de Jesús, porque dice: "Yo soy la vid, vosotros sois los sarmientos" (Jn 15,5), pero los sarmientos son la vid, ¿o no? Uno, cuando ve una vid, no dice "aquí está el tronco y aquí están los sarmientos", sino sencillamente "aquí está la vid, la vid". Está for- mada por el tronco, las ramas, las ramitas y los racimos. De tal manera que hay una unidad, una unión estrechísima entre Jesús y cada uno de nosotros. Y lo que es impresionante es que las grandes ramas de la vid, del tronco sobre todo, el tronco no da frutos, ¿o sí? El tronco no da frutos. El tronco echa los ramitos y luego de los ramitos son los que se cuajan con los racimos de uvas, pero, según la parábola, la alegoría de Jesús, un sarmiento que no da fruto y que comienza a secarse... ¿Qué hacemos con las varitas de los naranjos que están secas? Se cortan y se echan a la lumbre. Pero si hay una varita más o menos verde, prometedora, entonces se poda, se le quitan las cosas que amenazan escasez de vida para que toda la savia corra por esa rama y se produzca el fruto. Aquel sarmiento que da fruto, dice la parábola, la alegoría de Jesús: "mi Padre lo poda", para que dé más fruto. Y es entonces cuando nosotros podemos medio entender las tribulaciones que todos tenemos en la vida, queramos o no queramos.
Sería muy triste pensar, "no, yo no quiero ser rama que produzca frutos porque me van a podar, me van a podar, y no quiero ser podado." No, al contrario. Sucede que las podas que da Dios no afectan gran cosa, hombre. Las podadas que nos damos nosotros mismos son las dolorosas. Cuando Jesús nos poda no, está todo muy bien. Es un buenísimo agricultor que sabe cómo cortar, dónde cortar. Y le pone allí una cerita a la parte donde ha cortado, de tal manera que no pasó nada. En cambio las podas que nosotros mismos nos damos, o las que permitimos que nos den los demás, son unas podas horribles. Así que, podados, nadie se escapa de serlo. Pero es mejor ser podados por Jesús que ser podado por los hombres.

La transformación, el amor del Padre y el amor de Cristo.

"El principio y fuente de donde procede este misterio de unión transformadora es el amor del Padre, porque Él nos amó: 'Los amaste como me amaste a mí..., para que el amor con que
amaste a mí esté en ellos y yo en ellos.' cfr (Jn 17, 23.26)"
El amor del Padre, la fuente de esa transformación, pero también es amor que Jesús nos tiene... de ser unos con Él. Y no puede faltar el amor del Espíritu Santo que actúa en nosotros, que está dentro de nuestro corazón.
Saben que el Espíritu Santo, o Jesús, o Dios, o el Agricultor Divino no nos poda desde fuera, sino Él está dentro de nosotros y nos va podando desde dentro. Y es tan interesante las podas que hace el Señor que ni se sienten, porque son una poda que hace en nosotros por dentro.
Pongo un ejemplo, si uno tiene una inclinación y quiere luchar contra la inclinación, como cuando uno lucha contra pensamientos indeseables: 'yo voy a luchar contra mis malos pensamientos' -pues no hago sino recordarlos-. 
Eso es podarnos desde fuera, con voluntad propia, darle muerte directamente a algo que no queremos, y le estamos provocando vida. 
En cambio, cuando Dios actúa, el Señor actúa podando por dentro, ni se da uno cuenta, ni se da uno cuenta, sino que corta y lima y perfecciona por dentro.

Toda esta reflexión fue en torno al crecimiento en Cristo, transformación en Cristo, bajo el influjo del Espíritu Santo: parecernos a Él; llegar a ser semejantes a Él. No podemos nosotros hacer esa obra si no es que el Espíritu Santo la hace en nosotros. En el caso de la Virgen María, el Espíritu Santo la fue transformando más y más en su hijo Jesús. Uno diría: 'Jesús fue transformado en María'. No, María fue siendo transformada cada vez más por la acción del Espíritu Santo, en su hijo Jesús, asociada a su obra. Y, ¿cuál es como el fin, o el resultado de esa transformación? Dar fruto que permanezca. Jesús decía: "Ustedes son mis sarmientos, el que permanece unido a mí, ese da mucho fruto... y el Padre ha querido que déis frutos;... que vuestros frutos permanezcan." (Jn 15, 5.8,16).

Así que ¡ánimo!, dejarnos transformar en Cristo por la acción poderosa, soberana del Espíritu Santo.

domingo, 7 de septiembre de 2014

HACIA LA UNIÓN TRANSFORMANTE (segunda parte)

HACIA LA UNIÓN TRANSFORMANTE (cont.)

Hay dos o tres imágenes que la doctrina espiritual utiliza para hablar de esta transformación; y una de las imagenes es la imagen del "matrimonio espiritual del alma con Dios" de que habla, por ejemplo, San Juan de la Cruz, Santa Teresa. Es una imagen, pero basada en la Biblia. Hay dos o tres textos en los que se fundamenta esta unión esponsal, matrimonio espiritual. El matrimonio es signo de una madurez en el amor, y las bodas de oro son la ma- nifestación máxima de esa madurez de amor. El libro del Cantar de los Cantares, es uno de los fundamentos de esa imagen de transformación matrimonial.
Otra imagen es la imagen que toma San Pablo imaginando la Iglesia, que somos todos, que son ustedes, la Iglesia como esposa de Cristo, a quien Cristo ama como su propio cuerpo.
Otra imagen, también bíblica, es cuando San Pablo le dice a los Corintios: "Yo os quiero presentar a Cristo como una novia purísima, para Cristo". Entonces, llegar a ser esposas de Cristo, transformación en la imagen del matrimonio espiritual, es una, es una imagen, pues, de un camino espiritual. Claro que, como se trata de realidades espirituales, el varón tam- bién puede utilizar ese lenguaje, aun cuando nos sentimos un poquito mal nosotros, ¿verdad?.

La Biblia utiliza también otras imágenes que es la transformación en Cristo, irnos transfor- mándonos cada vez más en el Señor. Hay unos textos que yo quisiera que ustedes anotaran, que tuviéramos presentes, sobre este hermoso tema de transformación. Y el primero que quiero mencionar es segunda Corintios, capítulo 3 versículo 17 y 18. Se los leo:
2Co 3,17: "El Señor es el Espíritu y donde está el Espíritu del Señor: libertad." Y luego viene el versículo 18:
2Co 3,18: "Pero todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como espejo la gloria del Señor...,"
Escuchemos la imagen: nosotros somos como espejos, no velados, sino sin velo, y, ¿qué hace un espejo?, refleja la imagen
2Co 3,18: "Mas todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como espejos la gloria del Señor, nos vamos transformando (es la palabra más importante), nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosos; así es como actúa el Señor, que es Espíritu."
En otros términos, "así actúa el Espíritu del Señor", el Espíritu Santo. El Espíritu Santo que inició en nosotros su obra mediante el Bautismo, la va continuando y va formando en nosotros, transformando esa imagen, o nos va transformando en esa imagen, cada vez más clara, más gloriosa de Jesús en nosotros. Ese es un texto formidable. Hermano de este texto, allí, un poquito adelante, Segunda Corintios 4,6, escribe el mismo Apóstol:
2Co 4,5-6: "No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por Jesús. Pues el mismo Dios que dijo: (escuchen ahora) 'de las tinieblas brille la luz' (de la oscuridad brille la luz, de la nada brille el ser), ha hecho brillar la luz en nuestros corazones (y, ¿para qué?) para que, a nuestra vez, irradiemos el conocimiento de la gloria de Dios que está en Cristo Jesús.
La frase es un poco complicada. Simplificándola el concepto es éste: Dios que hizo brillar la luz sacándola de las tinieblas, también ha hecho brillar la luz en nuestros corazones, para
que nosotros vayamos irradiando, lanzando cada vez más la gloria de Dios que es Cristo Jesús. En otros términos, una transformación en el Señor Jesús.
¿Qué otro texto a propósito? El grito de San Pablo en Gálatas 2,20, cuando, en su lucha contra aquellos gálatas, hijos ingratos, escribió:
Ga 2,19: "Yo, por las normas de la Ley que he cumplido, he muerto ya para la Ley, de tal manera que no vivo sino para Dios, y estoy crucificado con Cristo."
No puede haber transformación si no es en Jesús, con Jesús, en alguna de las etapas de Jesús. Y continúa:
Ga 2,20: "Y vivo, pero ya no yo, sino es Cristo quien vive en mí."

En nosotros vive Cristo, por nuestro Bautismo, por cada comunión que hacemos. Recuerden 

ustedes la palabra de Jesús en la comunión:
Jn 6,56:"El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él."
El orden que ha utilizado es muy elocuente. No dice "el que come mi sangre... el que come mi carne y bebe mi sangre vive en mí", o más bien, "vivo yo en él", sino dice "vive en mí." Y, como consecuencia, "y yo también en él". Entonces, cada comunión, cada comunión nos va transformando en ese Cristo Jesús, muerto o resucitado.
¿Qué otro texto además de Gálatas 2,20? Tenemos un texto de Filipenses, capítulo 3, ver- sículo 13 a 16. Y este texto de 13 a 16 es también un texto muy adecuado para nuestro retiro espiritual de estos días. ¿Qué vamos a hacer, que van a hacer a partir de este día?
Flp 3,13: "Yo hermanos, no creo haberlo alcanzado todavía..."

Esto es: todavía no está con Cristo resucitado en la plenitud de la Resurrección

Flp 3,13: "...Olvido lo que dejé atrás y me lanzo a lo que está por delante, corriendo hacia la meta, al premio a que Dios me llama desde lo alto en Cristo Jesús."
No sé cómo sean ustedes, pero hay personas que se encantan con su pasado; traumadas con el pasado, pero no lo dejan. Viven del pasado traumatizante. Y, yo le digo a la persona: "Olvídate". "Pero, cómo me voy a olvidar?" "Entonces recuérdalo, pues." Recuérdalo, vive de los desgraciados recuerdos. Alguna persona me dijo, dice: "Padre, estoy muy descontrolada de esta entrevista, ¿cómo voy a olvidar toda mi vida?" "¡Ah!, no, escríbela y vívela otra vez." 

No¡, no vivas traumada, no vivas traumada. Porque una cosa es no olvidar, no se puede olvidar, no se puede olvidar, y otra cosa es vivir del del recuerdo. Para eso mejor irse a Jardines del Recuerdo. Y del Recuerdo. "¿Cómo voy a olvidar las ofensas que me han hecho? No puedo. No es digno de mi condición de mujer olvidar todas las afrentas que me han hecho y que he sufrido." 
"Vive del recuerdo, pues." 
No¡...., y hay una cosa, olvidar, olvidar no podemos; olvidar no se puede, pero lo que se puede es no vivir eternamente de ese recuerdo. Y si es necesario, cuando se vive de ese recuerdo lo mejor es perdonar, perdonar. "Pero, ¿cómo voy a perdonar?, si eso va a ser para mí una derrota. Perdonar, para mí, es ser derrotada y admitir una derrota." Yo me atrevo a decir, a veces: "Admite esa derrota. No es, pero admítela, ya que quieres llamarlo así. Admite la derrota, como la admitió Jesús que dijo 'Perdónalos porque no saben lo que hacen.' (Lc 23,34) Y Jesús, con esa palabra, de ninguna manera salió derrotado, al contrario, fue su camino para su glorificación. Él perdonó. Yo creo que no olvidó que Judas y que los judíos y que los romanos y que los soldados le habían quitado la vida, eso no podía olvidarlo. Pero el perdonó. Hay dos cosas cuando decimos 'perdono y no olvido'. Esa palabra se entiende de dos maneras: 'perdono y no quiero olvidar'; entonces equivale a no perdonar. Pero 'perdono, pero no olvido', pues es natural. No se puede olvidar una cosa sufrida, pero ya no molesta, ya no molesta. Estuvo eso, el recuerdo sigue, pero ya no me inquieta. Eso ya está liquidado totalmente. Y es a lo que se refiere aquí San Pablo cuando dice:
Flp 3,13: "Olvido lo que dejé atrás y me lanzo a lo que está por delante." ¿Para qué?
Flp 3,14: "... corriendo hacia la meta, para alcanzar el premio al que Dios me llama en Cristo Jesús."
Y así también debe, debe, debe suceder con nuestras faltas, con nuestros pecados. Hay que tener una confianza de verdad, en fe, de que Cristo nos ha perdonado y no hay que estar eternamente, eternamente pensando en los mismos pecados y confesando los mismos peca- dos como si no hubieran sido perdonados por Dios. Y muchas veces vive uno bajo la carga de un pecado que ya no existe. Pero, si existe, es porque uno mismo lo está provocando. Jesús, cuando perdona, perdona de verdad.
Y el versículo 15 dice así:
Flp 3,15: "Pues así, todos los perfectos...

Esto es nosotros, no quiere decir perfectos en el sentido de haber alcanzado la perfección,

sino perfectos por el conocimiento que hemos adquirido de las cosas espirituales.
Flp 3,15: "... todos los perfectos tengamos estos sentimientos, y si en algo sentís de otra manera, también eso os lo revelará Dios."
La persona que tenga inquietudes sobre lo que estoy diciendo, ya se lo revelará también Dios.
Flp 3,16: "Por lo demás (en final de cuentas), desde el punto a donde hayamos llegado,
sigamos adelante."